Se fue el verano y llega el otoño sólo para hacer tiempo antes del invierno y de la inevitable primavera. Nuevos-viejos casos de corrupción por todas partes, que se quedarán en nada. Irán nuclear, amenaza que crece-mengua-crece-mengua… Bronca política. Israel asentamientos. Plataformas digitales con oscuros intereses sub-terrestres. La crisis económica aplicada a mil y un chorradas. Nos hemos quedado atascados en tres fotogramas que, repetidos hasta la saciedad, dan sensación de movimiento, incluso de novedad. Igual que en esta magnífica página:
LA RECÁMARA 
Uno de los pilares del budismo es la imparmenencia. Todo está en perpetuo y continuo cambio, nada es duradero, nada permanece. Esto que parece consolador tiene un reparo pequeño : es cierto que todo cambia, pero nadie dice nunca cuál es el ritmo, los intervalos entre fase y fase. De forma que si uno de estos intervalos coincide con tu vida, subjetivamente para tí nada ha cambiado a lo largo de tu existencia.
Otro de los reparos es al que tu aludes. Sí que hay cambios pero son tan pequeños que el movimiento que implican es mínimo y a veces parece que estamos pillados en un bucle del tiempo que se repite obsesivamente como en aquella película del día de la marmota. Y como marmotas andamos a punto de aletargarnos para no sentir las contrariedades del otoño y del invierno.