Superbizarros

Superbizarros: Mystek

Mystek en acciónLos cómics son pecado desde que las religiones prohibieron representar imágenes. Los católicos son excepción, pero los cómics están malditos desde que San Pablo condenase a los que «adoraban a la criatura y no al Creador«. Y es que poco importa quién crea al personaje, porque los cómics consisten en idolatrar al héroe e ignorar al autor.

La tragedia de Mystek se explica por las leyes del copyright. Cristopher Priest (guionista que había colaborado en Conan y Green Lantern) pretendía crear un personaje y repartirse los derechos con la editorial DC. Para conseguirlo coló a Mystek en las colecciones en las que trabajaba.

La historia de Mystek tiene demasiados huecos. Una americana-coreana que había desarrollado claustrofobia durante una visita a Seúl (nunca se llegó a explicar qué había pasado allí). Tampoco quedaba claro cómo había conseguido sus poderes. Podía volar y manipular energía a nivel subatómico (metiendo en el ajo a la física de partículas y los quarks), lo que en la práctica se traducía en rayos, truenos y centellas.

Mystek quitándose el traje

Paranoica y esquiva, regentaba una tienda de electrónica que estaba en un sótano (ideal para su claustrofobia). Un día apareció por allí El Rayo, héroe de tercera fila que había sido fotofóbico (pasó la infancia encerrado convencido de ser alérgico a la luz… hasta que descubrió que el sol le daba poderes: lanzar descargas eléctricas, viajar a la velocidad de la luz y otras habilidades alucinantes). En la mejor tradición caótica de DC, el Rayo había tenido diversas encarnaciones (la clásica idea de resetear un personaje matándole y resucitándole después en un universo paralelo).

Cuando El Rayo entró en la tienda (¿para comprar una regleta, tal vez?) hizo saltar los sensores paranoicos que Mystek había instalado y fue detectado como poderosísimo metahumano. Mosqueada por lo que la había pasado en Seúl (¿pero qué demonios pasó en Seúl?), Mystek creyó que El Rayo había sido contratado por el FBI (¿?) para capturarla.

Así fue como esta mujer se enfundó en un traje metálico de fabricación casera que la hacía parecer un hombre. De hecho, parte de su gracia estaba en que nadie sabía que era una superheroína y no un superhéroe. Tras algunos encontronazos con El Rayo (y sin saber todavía qué había ocurrido en Seúl), el Detective Marciano (que tenía fobia al fuego… esta es una trama neurótica) la recluta para la Liga de la Justicia.

En este punto la idea estaba lanzada, pero la todopoderosa DC Comics lanzó una sonora carcajada cuando les propusieron compartir los derechos. ¿Compartir? En caso de prosperar, esa coreana que parecía un chico y sabía mucho de electrónica sería propiedad de la editorial y de nadie más.

Mystek claustrofóbica

Con lo cual el Creador decidió exterminar a su criatura enviándola en misión intergaláctica con la Liga de la Justicia. Durante el viaje en una nave tamaño Ford Fiesta, la claustrofobia dejó de ser un síntoma y se convirtió en un problema. Sintiéndose morir, Mystek hizo un agujero en el techo y saltó al espacio exterior, donde murió en pocos segundos.

Cristopher Priest reconoció que todo lo que rodeaba a Mystek había sido «una comedia de errores«, pero lo peor es que nunca nos contó qué diablos había ocurrido en Seúl. Probablemente ni tan siquiera él se acuerda.

El fin de Mystek

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